(Por Eduardo Gargiulo).- Cerca de 600 personas, entre efectivos policiales, bomberos, brigadistas y voluntarios, exhaustos de tanto caminar y rastrillar diferentes zonas desde el lunes por la noche. Perros entrenados provenientes de diferentes provincias. Especialistas enviados por el gobierno nacional. Varios drones sobrevolando y colectando imágenes. Técnicos en telecomunicaciones analizando llamadas y cruces telefónicos de las sábanas de los teléfonos secuestrados en el entorno familiar. Un juez y varios colaboradores mal dormidos de tanto trabajar. Infinidad de allanamientos. La cara de Guadalupe Lucero en el sistema nacional e internacional de alerta. Una recompensa de 2 millones de pesos. Familiares y amigos para los que todo esto no alcanza y protestan cortando ruta y manifestando. Cámaras y micrófonos que los buscan, para capturar alguna lágrima o registrar una declaración, aunque más no sea una palabra, que parezca sino sospechosa cuanto menos dudosa. Versiones de ajuste de cuenta y otras motivaciones que sólo agregan mal olor. Buena parte del periodismo movilizado.
Este domingo se cumplió el sexto día desde la desaparición de la nena de 5 años en San Luis, que alimenta la angustia de una provincia y buena parte del país, a la luz del fragor amarillento de los medios capitalinos y algunos autóctonos, a falta de otro tema mejor para alimentar el morbo colectivo.
La única noticia, por el momento, es que no hay noticias de la menor. Sólo especulaciones que esmerilan a la madre, al padre, algún que otro familiar. Y mucho espacio, palabras, tinta, para repetir lo mismo cada día sin agregar nada.