Murió este miércoles a los 37 años tras batallar contra una dura enfermedad.
Hija de Abel Celestino Bailone y Luisa Cerutti y mamá de Lisandro, nació y se crió en Villa Mercedes, ciudad que en 2019 la eligió viceintendenta como compañera de fórmula de Maximiliano Frontera.
Abogada y escribana, egresada de la Universidad Católica de Cuyo, se especializó en Derecho empresarial, Penal y Criminología y en Intervenciones Sociales con Niños, Niñas, Adolescentes y Jóvenes.
Ocupó diversos cargos de asesoría letrada en el Ejecutivo Provincial, así como también en el Senado de la Nación.
Con una enorme pasión y sonrisa, recorrió siempre las calles villamercedinas llevando una palabra de aliento a los más vulnerables. Esa pasión fue la que la impulsó a integrar las filas del justicialismo provincial.
Posted on 2 de septiembre de 2020 by Apuntes de San Luis
Tristeza total: falleció Verónica Bailone
(Por Eduardo Gargiulo).- La noticia menos querida se confirmó en la tarde de hoy (ayer) y provocó profunda conmoción no sólo en el ambiente político sino en la sociedad en general, donde la joven vice intendenta de Villa Mercedes había cosechado en su corta existencia de vida un profundo respeto y cariño, además de cientos de amigos y conocidos que hoy la lloran.
Repasando su formación, eligió estudiar Derecho, igual que su hermano. Después de recibirse de abogada y escribana en la Universidad Católica de Cuyo, se especializó en Derecho empresarial, Penal y Criminología y en Intervenciones Sociales con Niños, Niñas, Adolescentes y Jóvenes. Comenzó a ejercer la docencia. También desempeñó cargos de asesoría en el gobierno provincial y últimamente en el Senado de la Nación.
Hace poco, el 19 de agosto, había cumplido 37 años. Y poco más de un año desde que comenzó su batalla contra un complicado cáncer de pulmón que le diagnosticaron pocas semanas después de las últimas elecciones, el 31 de julio de 2019, cuando junto a Maxi Frontera lograron imponerse encarnando ambos la perseguida renovación en las filas del Partido Justicialista.
Era una piba auténtica, muy preparada, afectuosa con quienes la rodeaban y profundamente sensible. Tal vez por esto último se sintió atraída por los lineamientos políticos que impulsó en su momento Néstor Kirchner, primero, y Cristina Fernández, después, que la llevaron a profundizar su trabajo social en los barrios más postergados.
Su carácter franco y su amabilidad, sumada a una cara angelical en la que sobresalían sus ojos celestes y una sonrisa plena, ejercían cierto magnetismo en quienes la conocían.
Parecía que cada cosa que decía no podía ser de otro modo. Y que lo que se proponía podía lograrlo. Seguramente algo de esto debe haber pesado cuando le propusieron ser candidata a vice intendenta, sin experiencia en el desempeño de cargos electivos. Apenas si venía de haber sido candidata a Contralor Municipal en las elecciones de 2015.
Era absolutamente “familiera” y sentía una gran admiración por sus padres: Luisa Cerutti, docente y ex concejal; Abel Celestino “Gringo” Bailone, ex boxeador y también concejal; su hermano, un renombrado abogado, Matías…
Por esas cosas extrañas de la vida, la peor noticia le llegó en su momento de mayor felicidad, cuando disfrutaba junto a su esposo Pablo la formación de su propia familia, con la llegada de la “luz de su vida”, su hijo Leandro. Y tenía por delante poder concretar sus deseos de transformar la realidad desde la gestión.
Ella misma se encargó de comunicar la mala nueva, en un posteo de su red social.
Desde entonces empezó a luchar día tras día contra su enfermedad. Muchos pusieron en duda que ante el delicado cuadro de su enfermedad, tuviera las fuerzas suficientes para asumir el 10 de diciembre. Menos ella y su compañero, el electo intendente.
Incluso comenzaron a hacerse elucubraciones sobre quién asumiría en su lugar. Fue el propio intendente electo el que desalentó las versiones. «Déjense de joder, Vero me va a tomar juramento, ella me lo prometió», les dijo a sus íntimos.
El frágil estado que evidenció ese día, y el emocionado juramento que pronunció con su hijo en brazos, transformaron la ceremonia de asunción en una de las más conmovedoras que se recuerden en el recinto legislativo. Pocos lograron contener sus lágrimas ante el abrazo eterno que se dio con su amigo y compañero, como le decía a Maxi.
Ella sintió que había ganado su primera gran batalla. Cuando pocos creían que podría resistir, dio un ejemplo de fortaleza y convicción.
La empezaron a llamar “guerrera”, creció la admiración por la entereza y compromiso que exhibió al hacerse cargo de sus responsabilidades legislativas y acompañar a Maxi Frontera en la gestión, aunque muchos le aconsejaban tomar licencia y dedicarse a su tratamiento. No era de lamentarse en público, salvo cuando los dolores la obligaban a retirarse. Mientras pudo, concurría al Concejo Deliberante y trataba de asistir a los actos públicos.
Llegó la endiablada pandemia del coronavirus. Ella integraba el llamado grupo de riesgo, por padecer una enfermedad oncológica. Tenía la obligación, y el derecho, de quedarse en su casa, de atender su salud. Pero tampoco eso la detuvo: sentía que tenía una responsabilidad que cumplir y trataba de hacerlo, aunque cada vez más tuviera menos fuerzas. Fue un verdadero ejemplo de compromiso hasta sus últimos días.
A comienzos de esta semana se supo que su estado era grave. Las drogas ya no conseguían enmascarar sus dolores. Se temía el peor desenlace, que se confirmó tristemente este miércoles 2 de setiembre.
Alguien dijo por ahí que el destino es el nombre que eligió Dios para no poner su firma. Quién sabe. Lo que sí es claro que cuando se nos va alguien querido, uno siente que de arriba tocaron el timbre equivocado. Chau Vero, andá a poner un poco de orden que en cielo están haciendo cualquiera.
(Apuntes de San Luis)