Mientras el gobernador Alberto Rodríguez Saa y el intendente de la poderosa ciudad Capital de San Luis, Sergio Tamayo, lideran las encuestas como los mejores gobernantes provinciales, pero además, las mediciones los ubican en el lote de los más destacados gobernantes del país, la oposición política puntana se debate entre sus propias ruinas con su lema favorito: “Mientras peor, mejor…”
Qué triste ha de ser integrar la escuadra de dirigente opositores en San Luis. No sólo por el penoso record de haber perdido siempre o casi siempre en cada elección desde la recuperación de la Democracia, sino también sufrir el trago amargo de no contar con la aprobación del pueblo. Y peor aún, a contrario sensu, saber que sus vencedores atesoran ampliamente la aprobación del electorado.
Tras la última elección general, está claro que el gran perdedor y padre de la derrota en la franja opositora provincial es Claudio Poggi. No hay que darle más vueltas al asunto. Porque viene cosechando una caída tras otra.
En cambio, el movimiento político triunfador con su líder al frente, Alberto Rodríguez Saá, desde el oficialismo, levantó la copa de oro en tres categorías de cuatro en juego, cosechando los mejores galardones en las contiendas municipales y legislativas. Prueba de ello es que en el capitalino y poderoso departamento Pueyrredón, bajo la conducción del intendente Sergio Tamayo el peronismo logró, después de años, un triunfo tan elevado que le proporcionó quórum y mayoría propia en el Concejo Deliberante. Los vecinos, está claro, le expresaron toda su confianza con sólo ver su intensa labor, merituando, sobre todo, la municipalidad en ruinas que le dejó la gestión anterior. Sacar al municipio de ese pozo negro y ponerlo en movimiento ya es un gran mérito que los vecinos valoraron con enorme claridad. Imposible no darse cuenta. No hay otra manera de interpretar el pronunciamiento de los habitantes de la enorme ciudad capitalina que incorporó a sus espacios una batería de obras públicas jamás vista.
Precisamente, el maquinista de la ruinosa gestión comunal anterior, se convirtió en otro tripulante de la voluminosa nave política derrotada.
Porque, al fin y al cabo, en la carpa de los vencidos, frente a todo intento de negacionismo frente al fracaso, las excusas moralistas y las retóricas floridas, elucubradas en cada comité perdedor y llevadas luego pesadamente a las interminables rondas de café en los bares de la peatonal, no servirán de nada: No le devolverán ni un solo voto a los perdedores, sumidos y agotados en interminables tertulias, anochecidos en el desvarío de tanta filosofía política improductiva. Eso si, la estrepitosa caída les agiganta el resentimiento, alimenta su odio hacia el adversario y cobijan una cuantiosa antipatía y rencor hacia el electorado que les fue mezquino en apoyo. Pero claro, lo disimularán muy bien. Los necesitarán para la contienda que vendrá dentro de dos años.
Por eso, nunca más hondo el dolor de dirigentes y candidatos municipales que se ufanan con sus chapas de graduados universitarios, haber perdido frente a un hombre común que respira el mismo aire que respira el pueblo trabajador y que salió de las entrañas más modestas, desempeñando las labores más humildes y llanas. Y eso, los chapeados candidatos altaneros no se lo perdonarán nunca al pueblo de la ciudad de San Luis. Le guardarán un rencor oculto para siempre.
Porqué ganó el peronismo
Se trata de reflejos. Una virtud de la que no se puede carecer en política.
La pandemia, con su ferocidad inesperada, hundió a la provincia, el país y el mundo en un gran abismo y en la caída de su tragedia epidemiológica arrastró a la economía mundial y desgarró los tejidos sociales en mil pedazos en todos los confines de la tierra.
El cataclismo, de magnitud desconocida, movió al gobierno de San Luis como a los de todo el planeta o casi todos, a acudir en remediar la enfermedad. Todos los recursos concurrieron en ese fin.
Hoy, cuando la pandemia del COVID aún no nos abandonó, y se regodea en mutaciones imprevisibles y diabólicas, nos parece estar transcurriendo en medio de una tragedia bíblica con final incierto.
En las PASO, elecciones primarias, el pueblo de San Luis de algún modo reconoció el esfuerzo, pero también le recordó al Estado que las consecuencias económicas, comerciales, industriales, laborales y sociales constituyeron también una tragedia de magnitud que también debía ser atendida.
Reflejos, virtud de la que no se debe carecer en política. También entendida de la mejor manera. Políticas de Estado inmediatas. Eso se hizo con gran celeridad. ¿Resultados? La respuesta del pueblo en las elecciones generales, se produjeron beneficiosamente para el oficialismo por lógica añadidura.
Está claro que, siguiendo los lineamientos científicos nacionales e internacionales, incluida la Organización Mundial de la Salud, las medidas adoptadas fueron acertadas, en medio de las luces y sombras con que cada día la pandemia desafiaba a los gobiernos del mundo.
Por supuesto que aquí en San Luis, en la periferia de las acciones gubernamentales para morigerar la desgracia pandémica, una turba de iletrados y profanos en materia medicinal y científica, descargaba su batería de críticas impertinentes por las redes sociales y bocinas desinformativas.
Porqué perdió la oposición
No requiere un estudio de tres tomos ni el manejo de una enciclopedia para entender la derrota de la oposición.
El poggismo macrista basó su estrategia en una sola metodología: La barbarie parlante, desempeñada a través de todos los satélites disponibles en las redes sociales y manifiestos desinformativos.
La tarea, lindante a veces con la brutalidad misma, no asignó ni un renglón a las propuestas creativa y constructiva, mas bien y claramente se dedicó a insultar al oficialismo desde un púlpito chato. Insultar, agraviar, descalificar, ofender, mentir. Epítetos chocantes por doquier.
Para colmo, siguiendo una estrategia del macrismo porteño, especializada en la mentira más insultante, le dieron metralla al apodo de “kirchnerista” al gobierno de San Luis. Claro, a sabiendas de que no lo es. Pero no importa, las técnicas macristas del agravio se imponen, sobre todo aquellos salidos de las entrañas destructivas de Patricia Bullrich.
Pero también apelaron a la estupidez de rancios matones. Desde Buenos Aires, el PRO pretendió intimidar con la creación de un payasesco comité investigador electoral sobre la provincia.
Toda esa campaña prepotente y ofensiva fue reprobada por la población a la hora de votar. En suma, el macrismo poggista vernáculo emana una carga radioactiva de soberbia y altanería chocante que a veces gusta mezclar con una buena dosis de prepotencia. Un cóctel imposible de asumir por la gente común y normal, el trabajador incansable, el ocupado y el desocupado, el que lleva sus niños a la escuela, el que levanta con esfuerzo cada mañana las persianas de su negocio donde pone en juego el proyecto de su propia vida, el profesional que atiende al paciente dolido, enfermo del alma o en su dolencia física, el peón, el industrial denodado. El espíritu vanidoso y engreído del poggismo macrista no representa a la gente normal, ubicada más abajo del altar arrogante que construyó de sí mismo el Proísmo local.
¿Y los radicales?
Los radicales se ahogaron en su propia ciénaga de desorden y enfrentamientos que los volvió a dividir, su propia epidemia interna cada vez que van a una elección.
Algunos se fueron con el poggismo macrista destructor que alguna vez ya los maltrató a gusto. Pero fueron igual. Se trata de una suerte de masoquismo que aquí, en esta columna, no se puede desmenuzar ni comprender y debe ser derivado de urgencia a la Facultad de Psicología donde están los mejores entendidos en la materia.
Se abrieron heridas muy profundas que aún perduran. Los que se fueron con el macrismo vernáculo que encarna Poggi, fueron tildados de traidores y entregados a la chequera macrista puntana.
En tanto, los que se quedaron con sus propias banderas históricas, con números apocados en cuanto a la adhesión popular recibida, pero defendiendo principios ancestrales de aquel glorioso irigoyenismo, fueron llamados vendidos al oro de Alberto Rodríguez Saá y de Sergio Tamayo. Un cruce de acusaciones brutales entre ellos.
Toda una locura, un caldo de desquicio, de peleas interminables en las que se encuentra enfrascado el radicalismo puntano desde tiempos inmemoriales cuando llegan las competencias electorales.
Poggi-Cacace: mientras peor, mejor…
Gerardo Morales, gobernador de Jujuy, que retiene entre sus injustos barrotes a una presa política, Milagro Salas, acaba de ser consagrado autoridad máxima de la Unión Cívica Radical. Y además, en las encuestas nacionales aparece como el mejor gobernador, apreciado por la población argentina consultada
Sin embargo, acaba de tener expresiones sensatas dignas de tener en cuenta. Por un lado, dijo que, en las negociaciones del gobierno de Alberto Fernández con el FMI, la oposición, principal responsable del crédito que tomó el gobierno del insensato Mauricio Macri, al menos debía acompañar ahora al gobierno nacional en dicha gestión.
Fue criticado. Pero claro, el que más gritó fue el bufón mayor de Macri, el diputado Fernando Iglesias.
No obstante, Gerardo Morales, como es lógico, no se detuvo a meditar sobre los dichos de semejante mamarracho macrista, quien, cada vez que abre la boca, se habla encima.
El gobernador jujeño y nuevo presidente radical apuntó más alto. A propósito de desarrollar una oposición constructiva en favor del país, criticó a aquellos pares opositores que consideran que, en política, mientras peor, mejor. Es decir, mientras peor le vaya al gobierno de turno, mejor para las aspiraciones de poder de la oposición, aún, cuando esto vaya en perjuicio de la población. Peor aún, también afirmó que “algunos quieren que explote todo". Realmente crueles…
No se sabe si Morales cuando lo dijo se refería a alguien en particular, pero pareció un dardo dirigido específicamente a Claudio Poggi y Alejandro Cacace, quienes votaron en contra del Presupuesto nacional, con el grave perjuicio que esto le acarrea a la provincia de San Luis y su pueblo.
Esta actitud pone de manifiesto la verdadera personalidad de Poggi y Cacace. Tal vez no les interesa el bien ni los beneficios hacia los pobladores de nuestra tierra, jóvenes, viejos, niños, trabajadores, pobres y ricos de la provincia. No les interesa el pueblo de San Luis en general, sino sus propios intereses políticos y apetencias personales.
Es decir, para Cacace y Poggi, en San Luis, “mientras peor, mejor…”. Ni que Morales hubiera estado pensando en ellos, especialmente, cuando dijo lo que dijo. Toda una claravidencia suprema la del jujeño.
Otros perdedores
Hay otros dirigentes que se consagraron como grandes perdedores. Enrique Ponce y Joaquín Mansilla.
Enrique Ponce, en su trayectoria política polivalente coqueteó con el peronismo,el kirchnerismo, el cristinismo, el alicismo, el albertismo, el adolfismo hasta terminar abrazado al Titanic estrellado por el gobierno catastrófico de Macri. Toda una proeza acrobática.
Mansilla, breve pero igual de ineficiente. Desde un socialismo raramente izquierdoso, se asoció a la derecha más destructiva como lo es el macrismo y así llegó a una banca de diputado provincial.
Ponce y Mansilla se asociaron en otra prueba atlética pensando en hacer saltar la banca. Ni siquiera entraron a la competencia general. No pasaron ni las PASO, justamente…
Si hasta Johana Gómez, una maestra rural socialista, humilde, sin medios ni estructura, les ganó. Un bochorno…
El futuro nos aguarda
En política, vaya extraña paradoja, el futuro se encuentra en una lejanía demasiado cercana, dinámica y breve. Como siempre, llena de preguntas, desafíos y metas.
Al oficialismo, el peronismo propiamente dicho, le aguarda una disyuntiva importante y compleja. Enfrentar las próximas elecciones generales a gobernador, sin Alberto y sin Adolfo Rodriguez Saá, artífices de una saga imparable de triunfos políticos desde 1983 que los coloca en lo más alto de la historia provincial en la galería de los hombres más destacados en el carácter de gobernantes, dirigentes, caudillos, líderes, estrategas y mayor capacidad popular de convocatoria que consagraron al Partido Justicialista provincial en calidad de triunfador invicto, basado en una escuela de administración que se transformó en un modelo sonoro frente al resto de las provincias, en su mayoría deficitarias. Un fenómeno político como nadie logró en los últimos cuarenta años y más atrás todavía, que quedará impreso para siempre en el volumen de las actas memorables de la historia. Pese a quien le pese tal realidad.
No será fácil nominar al sucesor.
¿La oposición que hará?
Con Claudio Poggi sacudiéndose la ropa de tanto tropezar y caer, una y otra vez, en cada elección, sumado al repudio generalizado que se ganó votando contra los intereses del pueblo puntano en el debate por el Presupuesto Nacional, y con un radicalismo perdedor y desgajado, la oposición en San Luis deberá remover sus escombros y desde las ruinas buscar líderes nuevos. Poggi insistirá en su porfía, es su derecho, además, nadie se retira de la política en esta vida. Lo malo está en no reconocer cuándo hay que dar un paso al costado y buscar otro mejor. Y Poggi difícilmente reconozca que tantas derrotas lo están dejando fuera del 2023.
Alejandro Cacace parecía el mejor pre candidato alternativo clasificado en la línea de largada hacia la gobernación del 2023. Pero su odiosa actuación en el Parlamento votando contra el presupuesto nacional, es decir, contra los intereses del pueblo puntano, lo relega al final de la grilla o directamente deberá guardar en boxes el móvil que empuja sus aspiraciones políticas. Al final resultó una gran decepción.
En cuanto a Gastón Hissa, aspirante eterno a conducir el Municipio de la Capital, el distrito más poderoso de la provincia, tal vez deba repensar sus ambiciones en esa dirección.
Con el triunfo y la aceptación popular que cosechó Sergio Tamayo en su consulta a los vecinos sobre sus dos primero años de gestión, para Hissa, el edificio de Belgrano y San Martín, le está quedando cada vez más lejos. Por si hace falta aclararlo, Gastón integra también la delegación que se conduce en el ómnibus repleto de políticos derrotados. Si en su ceguera negacionista y soberbia, muy al estilo poggista, cree lo contrario, estará severamente equivocado. En este caso, igualmente se estaría frente al desafío de buscar otro candidato opositor a la Intendencia, pero más competente, claro…
Y mientras tanto, seguirá el carnaval de las diatribas opositoras por doquier. Esa, quizás, seguirá siendo la consigna de campaña. Como sabiamente los describió el radical Gerardo Morales: para la oposición política de San Luis, “mientras peor, mejor…Aunque todo explote”.
Penoso…