EL ADOLFO EN SU LABERINTO O ¿QUIÉN MANEJA EL TIMÓN EN EL ADOLFISMO?

El adolfismo se está transformando en un caso cada vez más cercano al diván. Como una rara avis, Adolfo Rodríguez Saá pareciera vivir encerrado en un laberinto enmarañado de decisiones personales polémicas: cercano al cristinismo, pero más alejado del peronismo nacional, enfrentado a las decisiones de los gobernadores justicialistas y chocando a cada rato con el oficialismo provincial.

En este marco complejo emerge un interrogante principal: ¿Quién maneja el timón del adolfismo?

Por estos días, desde ese territorio político se tomaron decisiones y se adoptaron posiciones que pisan fuerte. Por caso, el ex gobernador puntano en una actitud de confrontación con los gobernadores peronistas se opuso a la posición de estos en cuanto a la Corte Suprema de Justicia y en un alarde de capacidad y habilidad política, impuso sus condiciones en cuanto a dar el debate con su presencia en el recinto sin el cual no se abriría el quórum y manejó a su antojo el número de ampliación que debe darse a la Corte. ¿Lo hizo, además, como una demostración de poder frente a su hermano? Es una inevitable pregunta.

En días más cercanos a estos que transcurren hoy, desde esas mismas trincheras adolfistas, se  anunció la decisión de llevar a su líder en la lista de candidato a gobernador mostrándolo con la arenga siempre presente de la categoría del gobernador “imprescindible”.

Pero no fue suficiente. También avanzaron otro paso que los pusiera en la vidriera. Para eso fue necesario poner como ariete a Alicia Arrieta, especialista en el discurso del choque y la confrontación, de la desarmonía y la grieta, del disturbio y el desencuentro. El estado beligerante en un grado exacerbado, el sumun de la irritación en cada palabra. Desde ese púlpito alejado de cualquier llamado a la paz, Arrieta anunció que pedirían al presidente del justicialismo nacional, Alberto Fernández, la intervención del Partido Justicialista de San Luis para poner en la conducción del peronismo provincial al Adolfo. Así como así, nomás. Y que todo se haga en un trámite expeditivo y sin dilación.

Claro, cuenta creer que nadie le dijera al oído que tal exigencia roza el disparate, sino que, además, ni siquiera pasará el canasto de la mesa de entradas de la sede partidaria nacional.

Encima, Arrieta habla en representación de una franja peronista, como si fuera un grupo interno partidario. Lo que no le dicen al presidente que, en realidad, conforman un partido político aparte, con lo cual los pone lejos de cualquier pretensión legítima de abrir un expediente de queja en el PJ nacional.

En esta suerte de navegación sin rumbo fijo y ni manejo sensato del timón, se producen algunas fisuras. El primer quiebre lo dio Liliana Bartolucci, de histórico y reconocido linaje peronista familiar, para decir que en modo alguno participa de cualquier pedido de intervención partidaria, y, de suyo, molesta por haber puesto su nombre en el papel de las pretensiones intervencionistas.

Habrá que decir al respecto, que el gobernador, Alberto Rodríguez Saá en esta materia en particular siempre ha puesto paños fríos para aflojar cualquier campo de tensión y confrontación. Y este es un dato objetivo, sólo hace falta revisar el archivo. Alberto, incluso, puso de manifiesto toda su disposición de dar el primer paso para el acercamiento y la reconciliación. Días pasados hasta en una expresión de deseos políticos y porque no sentimental y familiar, manifestó su honda aspiración a que el Adolfo se presente como candidato en un sub lema dentro del lema del oficialismo partidario.

Si se está cerca de la reconciliación más esperada del peronismo provincial sólo depende de los hermanos. Los entornos, como Arrieta, sólo le ponen espinas al camino. No le hacen ningún bien al peronismo ni a la armonía partidaria. Juagan a la división y a una eventual derrota del peronismo, lo cual configura un resentimiento divisionista imperdonable.