BOCHORNOSA Y VIOLENTA PRESENTACIÓN DEL ADOLFISMO EN LAS PUERTAS DE LA SEDE JUSTICIALISTA

Fiasco, bochorno y violencia son apenas algunas de las calificaciones que mereció el episodio.

Finalmente se realizó el domingo la anunciada presentación de un petitorio de seguidores adolfistas en la sede del Partido Justicialista. Para decepción de los que aguardaban con cierta expectativa el encuentro tan publicitado, lejos estuvo el marco desenvuelto por los manifestantes peticionantes de la promesa de tender puentes de diálogo, encuentros y consensos por el bien común y la armonía partidaria. Sumar ideas, era la consigna, que paradójicamente extraviaron en el camino hacia la sede peronista.

Hubo un personaje que sobresalió y los videos se encargaron de retratarlo en toda su dimensión: Alicia Arrieta, dirigente del riñón adolfista que desenvolvió de principio a fin, un rol de puntera del evento con gestos ampulosos y un discurso violento, prepotente y cargado de amenazas.

Detrás de ella, apenas una treintena de acompañantes, en la medida que el papel iracundo y matón de Arrieta crecía en explosivos gestos, se iban desencantando de tal comportamiento. Tal vez se sintieron engañados, quizás imaginaron otro escenario ejemplar de comportamiento respetuoso y de buenas formas buscando las coincidencias del universo justicialista.

Sólo y solamente, gracias a la templanza y el temperamento equilibrado de los jóvenes anfitriones de la sede, sin responder a las amenazas y provocaciones en patota soportados, que el asunto no se salió de madre.

Presencias extrañas

Varios dirigentes en escena llamaron la atención, no sólo por sus presencias sino también por el papel desempeñado. Alfonso Vergés, Carmelo Mirábile, Berta Arenas y Enrique Ponce quienes, en ningún momento intervinieron para aplacar los ánimos exaltados de la Arrieta a fin que no contagiara al resto y que pudieran desatar un desastre de lamentables consecuencias.

En cierto momento, al final de los sucesos, se le vio a Alfonso Vergés festejando el accionar de Alicia Arrieta. Lamentable.

Enrique Ponce, de larga trayectoria política piloteando a gusto por los senderos del peronismo, el kirchnerismo, el macrismo, el poggismo y un ensayo triste por el socialismo de Joaquín Mansilla, al final siguió ensayando, esta vez para elaborar una serie de recetas de cómo gobernar la provincia.

Lo de Carmelo Mirábile fue llamativo. Habló apenas un poco y sólo al final, se diría con palabras de tono algo compungido. Tanto habrá sido su desagrado por el bochornoso papel de Alicia Arrieta, que al término de todo, Carmelo pidió disculpas en voz alta, con ánimo tembloroso. Tal vez no era lo que pretendió o esperaba del mentado encuentro.

Peor fue lo de la diputada Berta Arenas. Se le vio con rostro demudado. Le resultaba difícil articular palabras de cierre ante el micrófono que la consultó. Lejos estuvo el bochornoso episodio de sus promesas, en los días previos, jurando a todos los vientos que sería un acto pacífico destinado a buscar una suma de ideas, proyectos, reconociendo errores en un diálogo respetuoso y armónico.

Nada de esto pasó. Nada de todo lo bueno prometido por la respetable legisladora sucedió. Pareció haberse llenado de vergüenza, abochornada, escondiendo, bajo sus lentes oscuros, su habitual entereza totalmente herida.

La clave, quizás fue saber cuál era la actitud y las directivas, si las hubo, del líder del grupo, Adolfo Rodríguez Saá.

La incógnita se develó dos días antes del episodio. El viernes pasado, en un acto llevado a cabo en Villa Mercedes, el senador y ex gobernador se plantó frente a una cámara televisiva para vociferar a voz en cuello su posición totalmente crítica y enfrentada al gobierno provincial que conduce su hermano.

Vale decir, vistos los hechos en la sede del PJ y escuchadas las palabras del ex gobernador, nunca más lejana la posibilidad de diálogo alguno, de encuentros amigables, de armonía y una suma de ideas y tareas en común con buenos términos esperable.

Todo quedó filmado, una cinta grabada que documenta el lamentable suceso.

En fin, los dichos del Adolfo sumados a la ampulosa violencia verbal expresada por su fiel seguidora, Alicia Arrieta, le pusieron una lápida de cemento indestructible a los sueños de un buen encuentro, de una sana reconciliación que quizás algunos habrán imaginado y naturalmente deseado.  Por el contrario, el acto fallido fue un triste adiós a tan idílico sueño…